Cualidades de la voz
De la misma manera que no hay dos huellas dactilares iguales, no hay dos voces idénticas. Cada voz tiene un matiz propio e inimitable, que es lo que la hace única; una serie de características, que la diferencian de las demás. Si bien es cierto que las voces se pueden imitar, la emulación nunca llegará a ser exactamente igual que el modelo imitado.
Estas cualidades son la intensidad, el tono y el timbre, aunque hay algunos autores, como Emma Rodero (2003:41) Carmen Pérez y Arturo Merayo (2001:79), que incluyen “la duración” como una cuarta cualidad en esta clasificación.
Estas cualidades son la intensidad, el tono y el timbre, aunque hay algunos autores, como Emma Rodero (2003:41) Carmen Pérez y Arturo Merayo (2001:79), que incluyen “la duración” como una cuarta cualidad en esta clasificación.
- La intensidad de la voz equivale al volumen y es la fuerza o potencia de emisión de las vibraciones que proceden de las cuerdas vocales. Es la energía con la que el aire es impulsado desde los pulmones hacia las cuerdas vocales.
De esta forma, si hablamos en voz baja, la intensidad es muy débil, mientras que, si hablamos en voz alta la intensidad será mayor y necesitaremos respirar con mayor frecuencia. La intensidad baja se corresponde con las sensaciones de tranquilidad, intimidad, tristeza o cercanía; la intensidad alta la asociamos con la alegría, rabia, agresividad o ánimo.
Según la actitud del hablante, su estado físico y sentimental y las circunstancias en las que se encuentre, la intensidad será mayor o menor, pudiendo incluso variar durante el discurso; esto hace que la carga emocional de una persona se transmita a través de esta cualidad. No obstante, también hay que tener en cuenta lo que se va a decir, ya que para narrar un relato íntimo no se utiliza la misma intensidad que la que se usa en una reunión social.
Según la actitud del hablante, su estado físico y sentimental y las circunstancias en las que se encuentre, la intensidad será mayor o menor, pudiendo incluso variar durante el discurso; esto hace que la carga emocional de una persona se transmita a través de esta cualidad. No obstante, también hay que tener en cuenta lo que se va a decir, ya que para narrar un relato íntimo no se utiliza la misma intensidad que la que se usa en una reunión social.
Asimismo, variar la intensidad cuando se habla permite retener la atención de los oyentes y evitar la monotonía; además, también sirve para diferenciar los posibles significados de una misma palabra atendiendo a cómo se enuncia el sonido. (No es lo mismo plato que plató, o calle que callé).
En el medio radiofónico, los comunicadores deben tener en cuenta que, dada la sensibilidad que tienen los micrófonos, no es necesario que aumenten demasiado la intensidad cuando el discurso lo requiera, sino que basta con que suban un poco el tono de voz. De lo contrario, se produciría la saturación del sonido y el mensaje sería incomprensible y, por lo tanto, poco creíble. De esta forma, la sensación que percibirá el oyente será similar a la que hubiese oído si realmente se hubiera aumentado la intensidad (como si el locutor en un momento determinado, diera más importancia a las palabras del discurso).
En el medio radiofónico, los comunicadores deben tener en cuenta que, dada la sensibilidad que tienen los micrófonos, no es necesario que aumenten demasiado la intensidad cuando el discurso lo requiera, sino que basta con que suban un poco el tono de voz. De lo contrario, se produciría la saturación del sonido y el mensaje sería incomprensible y, por lo tanto, poco creíble. De esta forma, la sensación que percibirá el oyente será similar a la que hubiese oído si realmente se hubiera aumentado la intensidad (como si el locutor en un momento determinado, diera más importancia a las palabras del discurso).
2. El tono (agudo o grave) es la altura o elevación de la voz que resulta del número de veces en que vibran nuestras cuerdas vocales. Cuantas más vibraciones (mayor frecuencia), más aguda es la voz y más alto el tono; por el contrario, cuantas menos vibraciones (menor frecuencia), más grave es la voz y más bajo el tono. De esta manera, el tono permite clasificar el sonido en más agudo o más grave.
De forma general, el hablante, según sea hombre o mujer, tendrá un tipo de tono. Las voces graves las asociamos a los hombres y a los calificativos de “seria”, “seguros” o “adultos”. Las voces medias y, sobre todo agudas las asociamos a las mujeres y las consideramos más “infantiles”, “chillonas”, “dulces”, “familiares” y “alegres”. (Huertas, 1999: 90) Todas, tanto masculinas como femeninas, tienen un tono, denominado “tono medio”, que es el que usan habitualmente, y todas, se pueden mover en una escala de graves y agudos.
El estado de ánimo y la actitud del hablante son cualidades de la voz que determinan su forma. Así, los sentimientos del emisor del mensaje se transmiten a través del tono con el que hable. Por eso, es muy importante que los locutores (comunicadores, informadores...) radiofónicos aprendan a controlar sus emociones y el tono con el que hablan. De lo contrario, un mensaje alegre podría parecer triste, y viceversa, disminuyendo la credibilidad del mismo.
Es recomendable también, y así lo considera Arturo Merayo (2001:79) con el que estamos de acuerdo, que para obtener un mejor resultado sea el mismo redactor de la información el que la transmita, puesto que sabrá con qué intención ha escrito cada palabra y el tono que debe emplear para ello.
3. El timbre, que unido al tono y a la intensidad recibe el nombre de “color de la voz”, es la cualidad que nos permite distinguir una voz de otra al escucharlas.
El timbre es lo que hace que una voz sea agradable o desagradable, y a partir de él, los oyentes de radio se hacen una idea propia de cómo es el rostro del locutor, ya que tendemos a asociar unas características físicas a sus determinados tipos. De hecho, la constitución física (cara, mandíbula, dientes, paladar, alvéolos o nariz) determina un timbre determinado. Por eso, es normal que los miembros de una misma familia tengan timbres parecidos. De todas formas, la voz es como el DNI de las personas, no hay dos iguales. Aunque puede modificarse (variando las dimensiones y la forma de la cavidad bucal o corrigiendo las tensiones de los músculos de la laringe y respiratorios, entre otras fórmula), por ejemplo para hacer imitaciones, el timbre es lo que hace que cada voz sea única. Además, hay distintos tipos de timbre que el hablante emitirá en función de su actitud y de su estado de ánimo (al igual que con las demás cualidades).
Si el que habla está alegre y feliz, el timbre será brillante; si está triste o tiene miedo, será opaco; si habla con normalidad, será absoluto o neto; si transmite poder, energía o certeza, será rotundo y si dice frases confidenciales o amorosas, el timbre es apagado, casi ausente.
4. La duración. Una cualidad que hace que los sonidos sean apreciables debido a su extensión en un período de tiempo. Si el sonido tuviera una duración de una milésima de segundo no sería perceptible o no lo identificaríamos. Cada persona tiene una velocidad media propia (una duración propia) cuando habla. Para comprender una locución, la velocidad media del habla es de entre 125 y 190-200 palabras por minuto, incluyendo velocidades lentas y rápidas. (Rodero, 2003: 206-214)
4. La duración. Una cualidad que hace que los sonidos sean apreciables debido a su extensión en un período de tiempo. Si el sonido tuviera una duración de una milésima de segundo no sería perceptible o no lo identificaríamos. Cada persona tiene una velocidad media propia (una duración propia) cuando habla. Para comprender una locución, la velocidad media del habla es de entre 125 y 190-200 palabras por minuto, incluyendo velocidades lentas y rápidas. (Rodero, 2003: 206-214)
La duración de la voz está en función de la cantidad de aire que seamos capaces de almacenar en los pulmones para luego espirarlo en la lectura, y este proceso es diferente en cada individuo. Por ello, es importante que todo comunicador sepa cuál es su capacidad, ya que influirá en el ritmo de su locución y, con ello, en la lectura de su discurso. Si no almacena suficiente aire, tendrá que parar, al azar, cuando se lo pida el cuerpo, en la mitad de la frase para respirar de nuevo. De esta forma, el mensaje pierde sentido, lo que no contribuye positivamente a la credibilidad de su contenido ni a la del informador.
El estado de ánimo también es una parte muy importante cuando hablamos y que no hay que descuidar, ya que la velocidad a la que nos expresemos depende de si estamos contentos y felices (duración menor, hablamos más rápido) o de si estamos tristes (duración mayor, hablamos más despacio). Los oyentes lo perciben y así obtienen información del estado anímico del informador.